lunes, 3 de agosto de 2015

MEG RYAN


La reina de las comedias románticas de finales de los ochenta y primeros noventa gracias a títulos como Cuando Harry encontró a Sally (1988), posiblemente el mejor orgasmo fingido de la historia del cine, Joe contra el volcán (1990) con un Tom Hanks pre Oscars como compañero masculino de función, o Frenck Kiss (1995) donde constataba que no había peinado que le quedara mal posiblemente maldiga el día que decidió rodar el film Prueba de vida (2000) ya que marcaría el final de su época dorada en el cine, algo a lo que posiblemente tuviera que ver el hecho de que su edad (cerca de los cuarenta) la alejaba de los papeles que la habían encumbrado como la reina dentro de un género que dominaba a las mil maravillas. Pero no solo marcaría el final de una etapa profesional, sino que la aventura sentimental que mantendría durante el rodaje con su compañero de reparto Russel Crowe, pondría punto y final a su matrimonio con Dennis Quaid, uno de los más sólidos y envidiados de Hollywood. Hoy, convertida en una sombra de lo que fue y con su antaño rostro angelical y que rezumaba hermosura por los cuatro costados deformado por el abuso de operaciones estéticas, busca su espacio dentro de un nuevo tipo de papeles que ha de desempeñar en una profesión especialmente cruel con las actrices más veteranas.


Pero hemos de retrotraernos hasta el año 1983, momento en el que participaría en una de las sagas más longevas y mediocres del cine de terror de los ochenta, la tercera entrega de Amityville, franquicia iniciada en 1979 con Terror en Amityville y que en esta ocasión y como solía ser habitual por aquel entonces, basaba todo su potencial de cara al público en el uso de las 3D, pero de las de entonces, de las de gafas bicolor de cartón y efectos ópticos limitados y esporádicos. Quien iba a decirle a una por aquel entonces veinteañera que poco después habría enamorado a medio planeta con sus personajes tan alocados, divertidos y románticos. 

AMYTIVILLE 3-D (1983)

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